El error es siempre una oportunidad de aprendizaje, y en eso se basa la cultura del error. Para ayudar a los alumnos, hemos de construir un sistema de relaciones y procesos de aprendizaje que promuevan la aceptación de los fallos y el feedback, logrando que el error no sea viva como algo negativo, sino como una valiosa información para mejorar.
Para conseguir una buena cultura del error en clase, empecemos secuenciando los instrumentos y actividades de evaluación, para que los alumnos se impliquen su aprendizaje:
- Compartimos con los alumnos los objetivos y conocimientos previos.
- Explicamos los criterios de calidad, acciones, pasos o habilidades que han de desarrollar.
- Les permitimos autoevaluarse, a lo largo y al final de la actividad.
Convertir el error en una experiencia positiva
Es importante regular el feedback que damos durante las actividades, escogiendo comentarios que celebren los errores y elogien la participación, especialmente cuando es un reto. Para que el aula sea un espacio seguro, también debemos invitar a los alumnos a hacer preguntas.
Por ejemplo, imagina que uno de tus estudiantes comete un error en la resolución de un problema matemático. En lugar de señalarlo o corregirlo de inmediato, puedes decirle:
Con este enfoque, elogias su esfuerzo y logras crear un ambiente donde el fracaso es visto como un paso natural en el aprendizaje, y donde cada alumno se siente seguro para participar y tomar riesgos. La meta es que los alumnos interaccionen con el error y las dificultades como lo hacen con el resto de conocimientos: con el objetivo de aprender.
¿Cómo dar feedback útil a los alumnos?
La retroalimentación o feedback no deja de ser una corrección que hacemos a los alumnos para guiarles. Lo fundamental para que sea provechosa es que proporcione información. Incluso las valoraciones positivas han de incluir información sobre lo que ha hecho correctamente. Recordemos que el objetivo no es calificar, sino ayudar y acompañar.
Un feedback útil y de calidad ha de cumplir con estos requisitos:
- Ser motivador para quien lo recibe.
- Aportar información para avanzar y mejorar.
- Integrarse en el proceso de aprendizaje.
- Ser sobre la tarea, no sobre el alumno (no hagamos juicios de valor).
¿Cuál es el mejor momento para dar feedback?
El feedback debe planificarse, en la medida de lo posible. Si queremos hacer valoraciones sobre el proceso de aprendizaje, podemos agendar entrevistas breves individuales con cada alumno, revisiones conjuntas de evidencias o reflexiones guiadas a lo largo del curso. Incluso las podemos planificar haciéndolas coincidir con la revisión de instrumentos de autoevaluación o reflexión final. ¡Hay muchas maneras y momentos para dar feedback!
Dos momentos clave para dar feedback:
- Durante la sesión, de forma inmediata y espontánea, oralmente.
- Después de la sesión, en diferido y por escrito.
Sea cual sea el momento, para que el feedback sea realmente útil para el alumno debe estar ligado al objetivo de aprendizaje que queremos conseguir. Para empezar, leamos el objetivo de aprendizaje y el indicador de evaluación de la sesión, y veamos en qué actividad se focaliza ese aprendizaje para hacer la retroalimentación en ese momento.
Para que la experiencia sea positiva, los alumnos han de saber de antemano que cualquier valoración o comentario es una ayuda para alcanzar el objetivo. También es importante no sobrecargar con muchas valoraciones (menos es más). El resto de actividades ya suelen tener componentes para regular la participación y favorecer la autoevaluación: organizadores gráficos, modelaje, actividades en grupo o en pareja, etc.
El feedback es una herramienta poderosa que puede transformar la experiencia de aprendizaje de nuestros alumnos. Al cultivar una cultura del error en nuestras aulas y proporcionar feedback específico y constructivo, podemos motivar a nuestros alumnos, aumentar su confianza y promover un aprendizaje significativo y duradero.
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