“La interpretación de las letras nada tiene que ver con el amor hacia la lectura y la cantidad de mundos que se abren a través de ella. Por eso, no es lo mismo saber leer que “descubrir” la lectura.”
Mar Benegas es escritora y formadora de niños y adultos. Imparte talleres de creatividad, de fomento lector, de oralidad… Y tiene una larga trayectoria como escritora de libros infantiles con títulos como Abecedario del cuerpo imaginado, La caja de las palabras, A lo bestia, entre muchísimos otros.
Ama la poesía y cree en el poder de las palabras, por eso, en sus talleres trata de transmitir esa pasión por la literatura y el lenguaje a quienes la escuchan.
¿Por qué crees que es importante acercar la literatura a niños y niñas que todavía no han aprendido a leer o en edades tempranas?
En mi trabajo con la infancia y las personas que la acompañan (familias y maestras/os) veo tres errores que se repiten:
1. La lectura es algo que se aprende, todos los niños y niñas van a aprender a leer. Pero el aprendizaje de la mecánica, es decir, la interpretación de las letras nada tiene que ver con el amor hacia la lectura y la cantidad de mundos que se abren a través de ella. Por eso, no es lo mismo saber leer que “descubrir” la lectura. A aprender a amar los libros, el lenguaje y las palabras, las historias y la magia de la imaginación creadora, se puede fomentar antes, se debe ofrecer antes que aprender a descifrar los símbolos que son las letras.
Pensar que la lectura es, solamente, ese acto mecánico, y que, una vez se ha aprendido a leer, los niños irán adquiriendo competencias según su grado de madurez. Pero, la realidad, es que a leer nunca se termina de aprender. El lenguaje es algo infinito y siempre habrá textos que representen un reto, siempre podremos llegar un poco más allá. Y, no lo olvidemos, como decía el filósofo: el lenguaje es el pensamiento y los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje.
2. El nivel de léxico de nuestra sociedad en general, el miedo que nos da enfrentarnos a ciertos textos (jurídicos, médicos, etc.), el maltrato a la palabra y el poco respeto que se tiene por ella, son muestras de este hecho: no aprendemos a leer, no aprendemos, realmente, a amar el vehículo que es la palabra. Por eso, cuanto más pronto comencemos a llenar el zurrón de las palabras en nuestros niños, cuanto antes comencemos a trazar el mapa de los pensamientos, cuanto más pronto se hable y cuente a los niños con un rico vocabulario, cuanto más les leamos y más pronto, más preparados estarán para esa aventura interminable que es la lectura.
3. Pensar que una vez dominado el arte de interpretar las letras -aunque esto no signifique necesariamente saber leer- ya pueden y deben hacerlo siempre solos. Frases como: “ese libro tiene muy pocas letras, es bueno para ti”, cuando comienzan, o “ese libro tiene muy pocas letras, es malo para ti”, cuando ya dominan la lectura, son una constante. Da igual a la edad a la que el aprendizaje suceda (que, desgraciadamente, cada vez se pretende que sea más pronto), siempre, en general, sucede el abandono lector en los niños. Esa es una realidad que no deja de impresionarme, yo hago un paralelismo muy sencillo: si cuando aprendemos a caminar lo dejamos ahí y nadie nos sujeta la bicicleta o nos lleva de la mano en los patines, si nadie acompaña en esos pasos que nos acercarán más allá del acto de caminar en sí mismo, vamos a perder muchísimas cosas. El caso de la lectura no es diferente. No dejemos, cuando comienzan los primeros balbuceos en la lectura, de acompañar, de llevarlos de la mano un pasito más allá. Comenzar cuanto antes y seguir a su lado para que el avance sea constante y llegue bien lejos.
Escribes poesía para niños y adultos, ¿por qué este género es tan idóneo para introducir a los niños en la lectura autónoma?
La poesía es el género de la primera infancia; es la oralidad y la toma de conciencia, es el juego y también es la identidad. Cuando el bebé no sabe hablar, casi no sabe ni quién es, la poesía es la manera de tomar conciencia del mundo. En ese momento las personas que lo acompañan se convierten en el libro. Es cuando la literatura es la más sabia: la de tradición oral, la memoria viva de la humanidad, que viene de antes incluso de que hubiera palabra escrita.
Así, la poesía, no es que sea necesaria, es imprescindible: nosotros nos convertimos en el vehículo, es decir, somos el libro que ofrece los versos. No creo que se trate del género idóneo para introducir a los niños en la lectura, creo, más bien, que es el género idóneo para introducir a los niños en la vida. Es el hilo primero que luego se corta. Mi tarea, en la que centro todos mis esfuerzos, es intentar que ese hilo no se corte nunca o, cuando ya está hecho, intentar recuperarlo, volver a la poesía.
A menudo se dice que los niños no leen o leen poco, ¿cuál es tu opinión? ¿Cuál es la mejor manera de fomentar la lectura?
Nadie lee, esa es la realidad. Nuestro país es un país con unos índices de lectura que dan pena, y unos “shares” de programas basura en televisión que dan miedo. Esa es la realidad objetiva y comprobable.
Creo, desde el corazón, que la educación que necesitamos no es la de los niños. Ellos se educan casi solos, se educan con todos los sentidos, son esponjas: todo lo que ven, todo lo que oyen, lo que comen, cómo y cuándo los acarician. Los ejemplos que les damos con nuestros actos, eso es lo que los conforma. Por eso, creo realmente que la educación la necesitamos los adultos que estamos cerca de ellos. Enseñar a leer a las personas adultas, descubrir lo creativo que existe en la lectura para poder ofrecerlo a las personas que nos rodean, a modo de ejemplo vivo, a la infancia. Somos los adultos los que tenemos que aprender para poder enseñar.
En Abecedario del cuerpo imaginado creas un precioso viaje a través del haiku por el cuerpo humano, ¿en qué medida crees que estas palabras pueden incidir en los niños, en lo que son y en lo que serán?
El haiku, por su propia formulación, es un modo de mirar. Creo que observar el mundo desde la calma, pararnos a observar -ahora que en las pantallas todo sucede de un modo tan fugaz- es importante. Pararnos a mirar el mundo desde esa otra perspectiva: la vida hay que observarla con detenimiento para recibir todo lo que puede ofrecernos.
No obstante, no todas las palabras inciden en todas las personas, sé de niños a los que el abecedario ha supuesto un cambio o ha hecho que se acerquen al mundo de la poesía (la segunda edición lleva una antología de haikus realizados por niños de 10 años) y otros para los que no ha supuesto nada. Como cualquier libro, sin duda: hay lectores a los que les llega y otros a los que no.
Además de tu actividad como escritora, también impartes talleres para niños y adultos, ¿en qué consisten tus talleres de creatividad para niños? ¿Por qué es tan importante fomentar la creatividad?
Todos mis talleres y cursos (para maestras/os y familias) tienen un componente lúdico y práctico. Creo que leer es escribir, re-escribir, interpretar y crear, por eso todos mis talleres, tanto con niños como con adultos, se centran en el juego creativo. En apretar el interruptor de la creatividad, en jugar con el lenguaje, en ir más allá del poema o del libro.
Creo realmente que hay una necesidad de eliminar las constricciones creativas a las que somos sometidos por la “realidad”. En la infancia, desde bien pequeños, se domestica esta creatividad. Nosotros venimos de ella, por eso nuestra creatividad también está mermada.
Yo solamente invito al juego creativo y siempre funciona: esa es la verdad. Con los niños y con los mayores. Esto viene de una idea tan sencilla como poderosa: sin capacidad de crear se anula la capacidad de generar cambios, se anula la posibilidad de crear otra realidad, de cambiar la vida propia, el entorno o, incluso, el mundo.
En relación a tu actividad como formadora, ¿cómo se introduce la poesía en el aula?
Me resulta muy difícil responder en unas líneas a una pregunta en la que ando metida desde hace años, y a la que dirijo gran parte de mi esfuerzo práctico y teórico.
Diría que, de no ser capaces de hacerlo solos, busquemos a alguien que conozca el mundo de la poesía y la infancia para dotarnos de recursos (hay poetas, escuelas, maestros… que pueden echarnos un cable). Eso es, básicamente, lo que intento hacer en mis cursos: dotar de recursos prácticos para demostrar que la entelequia curricular de “trabajar la poesía en el aula” es algo que se puede hacer, que es divertido y que nos va a gustar a los adultos pero, sobre todo, con unos mínimos y unos pasos previos, la van a disfrutar los niños.
Creo, además, que la pregunta esconde la clave más importante, la gran respuesta, porque en realidad, la solución sería, ni más ni menos, que la poesía nunca saliera de las escuelas y las casas.
¿Cuáles son las herramientas que la literatura ofrece a los niños?
La literatura ofrece a los niños las mismas herramientas que a los adultos. A nivel creativo, es una representación de la vida que nos permite experimentar situaciones que no podríamos experimentar de otros modos: vidas diferentes, sufrimientos y alegrías, viajes, mundos excepcionales… Estos retos en nuestra mente consiguen abrir el mundo interior, derribar los límites que luego pueden transcender. En la lectura, como decía Bachelard, se pone en marcha la imaginación creadora, es decir, hemos de “inventar” una realidad donde acunar la fabulación.
En cuanto a pensamiento, ofrece un lenguaje rico, una buena capacidad de expresión, beneficios a largo plazo que son inimaginables. El léxico, la definición y la precisión comunicativa, saber describir, ampliar la capacidad de expresión y la de comprensión (lectora y del mundo que nos rodea)… todo eso y mucho más nos lo ofrece la lectura.
A nivel emocional, bien sea contado, leído por otro o leído por nosotros mismos nos permite identificarnos con emociones que, de pronto, vistas así, adquieren otra dimensión. En el caso de la infancia, además, ofrecerles un cuento es ofrecer otra cosa.
Me despido con este pequeño texto sobre lo que significa contarle cuentos a nuestros pequeños, que bien sirve para nuestros hijos, como para las aulas y que forma parte de De la nana al cuento (animar a leer antes de leer):
Cuando lees en voz alta, en el borde de la cama de tus hijos, estás haciendo algo más importante que leerles un cuento.
Estás iniciando una liturgia, una ceremonia para ayudarles a atravesar la larga noche. Ese espacio sagrado, ese entrar en el bosque de lo fabuloso de la mano de alguien que nos ama.
La voz, los giros, la mirada, las imágenes, sostendrán una pequeña luz, una luminaria que encenderán en el momento más oscuro. No están cerrando los ojos, están dejándose llevar a un lugar donde la palabra es creadora, es la diosa que calma y alienta el pensamiento.
Cuando lees en voz alta en el borde de la cama de tus hijos, en realidad, estás en la orilla del mar, en un embarcadero, y empujas suavemente, con esa historia, su barco. Para que avancen solos y puedan llegar, algún día, a la otra orilla. Y, por más que las tempestades los hagan zozobrar, siempre tendrán ese faro: tu voz y el recuerdo, que les ayudará a atravesar los océanos de la vida.